Alae se echó a la calle para ver qué pasaba, pero en seguida
volvió sin nada nuevo que contar. Daba igual que brillase el sol o lloviese a
cántaros. Javi volvía a casa exactamente igual: sintiéndose sólo y amargado
pensando que su vida no avanzaba.
- Todo es cuestión de personalidad, Alae, la tuya
tiende a ver lo malo de la vida.
Se repetía al menos dos veces al día. Pero es que era
incapaz de conocer chicos en la vida real, y cuando surgía alguna oportunidad,
se paralizaba y desperdiciaba el momento. Había tenido mala mala mala suerte.
Ya pensaba incluso que hay gente cuya personalidad le permite atraer a otras
personas lo suficiente como para poder experimentar relaciones sentimentales
estables, y otras que estaban incapacitadas para estar en pareja. Pero no porque
fueran egoístas, dejadas o insoportables, sino por otras cuestiones mucho más
sutiles que se escapaban a los escrutinios de los psicólogos.
Se han escrito miles de historias de desamor y de personas
solitarias, pero Alae no creía que fuese a pasar toda su vida sólo, sabía que
eso no iba con él. Sin embargo al borde de los 30 la lúgubre idea de la
soltería eterna comenzaba a cuajar en su mente como una tortilla del mal.
- Tú tranqui, si yo no encontré a mi novio hasta
los 31, aún te queda tiempo
Pero Alae no se contentaba con esto, y seguía preguntándose
por qué.